viernes, 6 de diciembre de 2013

Carmen Fernández: “Las mujeres discuten más que los hombres”

Entrevista a Carmen Fernández Romero, cacica de la comunidad de Kuse


La primera vez que vi a Carmen, ella andaba de la mano de su hija Ana María. Pocos días antes habían matado a Alexander (su hijo) y quienes desde la capital nos movilizamos bajo un grito de protesta, topamos con el corazón resentido y triste de “Anita”, que así llaman a la cacica. Se apoyaba, sin dudas, sobre el coraje de una hija que antes había dicho que no era bueno andar peleando tierras y que ahora sentía la necesidad de continuar la lucha por la que perdió a su hermano. “Nos beberemos la sangre de todos tus hermanos”, le dijeron los sicarios -ligados a los cuerpos policiales- a Ana María, y ella alzó a su madre en un puño y se fue a pelear a Caracas. La voz de Carmen, ante los burócratas que nos recibieron entonces en la Comisión de Asuntos Indígenas de la Asamblea Nacional, no tembló jamás. Ella narró los hechos relacionados con el brutal asesinato de su hijo sin que se le quebrara la voz. Cuando terminó de hablar, sólo el soplo de narices se escuchaba en una sala en la que nos habían sido arrebatadas las lágrimas y nos había bañado la vergüenza. No obstante, el crimen contra Alexander y dos yukpas más en la Hacienda Las Flores sería cubierto por el manto de la impunidad bajo la anuencia de esas mismas autoridades, para que menos de un año después algunos de estos sicarios fueran contratados nuevamente para asesinar a Sabino Romero.

Hoy me vuelvo a encontrar con “Anita”, que esta vez regresa a Mérida para alzar su voz en nombre de la lucha por la autodemarcación de los territorios para su comunidad. Camina con la lucha, con Sabinito y con Lusbi Portillo. Son guerreros que colman con su sola presencia los espacios de discusión, pues nadie puede dejar de reconocer la trascendencia de la lucha yukpa en el marco de los conflictos por el territorio indígena. Cuando el simposio sobre demarcación territorial indígena organizado por el Grupo de Trabajo Sobre Asuntos Indígenas de la ULA está por terminar, invito a Carmen a que nos retiremos un rato para grabar una entrevista. Le explico, antes de empezar, que así como creí siempre en la fortaleza y dignidad de Sabino, creo hoy en la fortaleza y la dignidad de sus hijas, de ella y de todas las mujeres que hoy sostienen esa justa lucha. Carmen asiente y sonríe. Esta entrevista con “Anita” es una invitación a forjar el tiempo del corazón materno…

CG: ¿Qué papel han cumplido las mujeres de tu comunidad en la lucha por el territorio? ¿Cómo es la lucha de las mujeres de tu comunidad?
CF: Bueno, nosotras las mujeres allá en la comunidad somos unidas todas las mujeres de allá de la comunidad. Y con Guillermina, Zenaida, Lucía, Marilín… Entre Chaktapa y Kuse estamos unidas las mujeres. Nosotros peleamos unidos. No desunidos, sino unidos en la demarcación de las tierras. Peleamos con los ganaderos, con los campesinos, y así estamos entre las mujeres. Si viene alguien allá adonde nosotros, las mujeres son las que discuten más que los hombres. Y bueno, así estamos.

CG: Carmen, cuéntanos cómo llegaste tú a ser cacica, por qué te nombraron a ti como cacica y qué es lo que te toca hacer por la comunidad kuse.
CF: Ah, bueno, a mí me nombraron ser cacique porque el primer cacique de allá, llamado Salvador Romero, él se fue de la comunidad a otra comunidad. Y nos quedamos nosotros ahí, la familia. Entonces otra cacique mayor que yo, llamada Reina, entonces ella me dijo: “¿Cuál es la cacique de esa comunidad?” Y yo le dije: “No, el cacique de ahí se fue”. Y ella me dijo: “Bueno. Si él se fue, tú tienes que quedar como cacique ahora, porque esa comunidad no puede quedar sin cacique.” Mi papel como cacique es que tengo que estar luchando, así como ahora, por la demarcación, la lucha por las tierras. Eso es lo que me toca a mí.

CG: Así como tú perdiste a Alexander y a José Luis, dos hijos, en la lucha por la autodemarcación, así otras mujeres han perdido a sus compañeros. ¿Cómo es la situación tuya, de ellas, ahora que esos hombres no están? ¿En qué ayudaban ellos a la comunidad?
CF: Ellas quedaron solas y ahora ellas tienen que trabajar para mantener a sus hijos. Porque ellas antes no trabajaban, quienes trabajaban eran los hombres. Los hombres se encargan de la cosecha. Cuando a José Luis lo mataron, él estaba haciendo un curso de enfermería. Y Alexander, él sembraba. Tenía una siembra de cacao. Después que lo mataron esas siembras se quedaron así y tú sabes que yo como madre, yo tengo que estar viajando y quedaron esas siembras allá. Nadie se está encargando de eso.

CG: Nos contaste que dos de tus hijos y uno de tus nietos, el hijo de José Luis, están estudiando en un internado en Barquisimeto. Recién ahora, en las vacaciones de diciembre, podrás estar con ellos. ¿Por qué debiste enviarlos tan lejos de tu comunidad?
CF: Porque allá donde estoy yo, no hay colegio. Bueno, sí hay colegio, pero piden muchas cosas. Piden colaboraciones. Entonces nosotros no tenemos cobres como dar la colaboración todas las semanas. Y en ese internado, allá no piden nada. Ellos allá tienen comida, tienen todo. Más bien allá nos dijeron que cobres no se les podía dar a ellos porque agarran otro vicio.

CG: ¿Cuáles son los problemas más graves que enfrentan todos los días las mujeres indígenas en medio de esta lucha histórica por el territorio?
CF: El problema de todos los días era con los muchachos, pero como los muchachos ya están lejos ya de ahí y solamente tenemos que buscarlos cuando les den las vacaciones… entonces está el trabajo de nosotros ahí, que tenemos que ir a ver la siembra, lo que sembramos. Si es yuca, si es plátano… bueno, para el servicio de ahí mismo. Esa es la tarea.

CG: Échame un cuento… si allá una mujer no quiere tener hijos, ¿cómo hace, toma pastillas o ustedes tienen sus hierbas?
CF: Bueno, ahora sí, ahora las mujeres de allá se están cuidando con pastillas. Pero antes no. Ni pastillas ni nada. Tú sabes que ahora está la de Chávez, ¿cómo es que se llama? ¡El CDI! Ahí a veces las dan. Otras veces las compramos también. Pero sí hay hierbas porque yo, después que nació Coromoto, yo me tomé unas hierbas. Pero eso es como líquida, hay que tomarlo todos los días y hasta que se termine ese frasco. Pero ya las mujeres no usan de eso, sólo las pastillas. Allá hay mujeres que no quieren tener hijos pero no por… es por la necesidad de la comida, del alimento, cuando se enferman, la ropa, el estudio… así como me está pasando con Coromoto, que no tengo ni para eso. Pero así me queda bien que ella esté retirado porque si están cerca me piden de todo, de todo, todo piden. En cambio allá… yo tengo una ahí, en cuarto grado. No me piden nada, solamente los pasajes para irlos a buscar.

CG: Supimos que cuando Alexander y Sabino estaban presos y ustedes los iban a visitar, los militares le faltaban el respeto a las mujeres. ¿Cómo fue eso?
CF: Sí, cuando nosotras íbamos para allá a Fuerte Macoa, en el batallón de Machiques, no nos dejaban entrar, nos quitaban la comida de Alexander y de Sabino. A las mujeres las metían en un cuarto a desnudar toda, a ver qué llevaban. Y nosotras decíamos que no llevábamos nada y todo nos registraban. Entonces nosotros peleábamos ahí, la familia de Sabino y yo, con la guardia. Y bueno, a veces entrábamos y a veces no entrábamos. A la familia de Sabino sí le faltaron el respeto.

CG: Tú sabes, Carmen, que así como hay un Ministerio de Asuntos Indígenas, hay también un Ministerio de Asuntos para la Mujer. ¿Ese Ministerio se ha acercado a ustedes? ¿Las ha apoyado en algo? ¿Conocen a la Ministra?
CF: No, nada. Nada, nada.

CG: ¿Qué le dirías tú a las mujeres watías para que sean solidarias con la lucha de las mujeres yukpa?
CF: Que nos acompañen en la lucha cada vez que vamos, así como ahora, para Mérida… Si vamos para Caracas… Si vamos para otra ciudad, otra nación, que nos acompañen, que luchen con nosotros, así como estamos nosotros luchando. Ahora se han acercado más indígenas ahora y también watías, como decimos. Ahora hay más indígenas, así como yo estoy viendo, pero nosotros primero estábamos solos nada más con Sabino y la lucha, no había más indígena. Las que nos apoyan bastante es en Caracas, la gente de Caracas. Nos apoya en Caracas Tibisay, un poco de mujeres nos apoya allá en todo, en la comida, en el colchón, en las sábanas. Ellas nos apoyan en eso, las mujeres de Caracas.

Carmen también me contó que aunque lo que siembran ella y los suyos sirve mayoritariamente para alimentar a esa comunidad, cuentan además con algunas vacas -otorgadas por un crédito del Estado- que de vez en cuando dan leche suficiente para hacer quesos que van a vender a Machiques. Es muy poco, dice, pero de eso viven. Algunas veces la siembra es un poco más grande y logran vender en los mercados. Logró sacar alguna vez dos sacos enormes de ají dulce, pero los revendedores se los compraron por un precio ofensivo que tuvo que aceptar porque no tenía más opción.

Así, el pueblo pobre, campesino, indígena y trabajador, sigue resistiendo los embates de una crisis económica producto de un gobierno profundamente corrupto. Y en el caso de los pueblos indígenas, esa resistencia es también ante las mil formas en que se expresa su histórica exclusión del quehacer nacional. A pesar de que continúa el cerco contra la lucha yukpa, y los crímenes contra Sabino y los hijos de Carmen siguen sin ser investigados, aunque el Plan de la Patria contemple la entrega de los territorios indígenas a las transnacionales y a pesar de manipulaciones y traiciones, la lucha yukpa está dignamente de pie con el impulso de aguerridas mujeres como Carmen Fernández.

viernes, 29 de noviembre de 2013

El falso feminismo de la burocracia roja


¿Feministas o porristas?

Hace pocos días, con motivo de la conmemoración del Día Internacional contra la Violencia de Género, el Ministerio del Poder Popular para la Mujer y la Igualdad de Género organizó un concierto cuyo público se estimó mayoritariamente femenino. En la reseña publicada por el diario Ciudad Caracas puede leerse: “El tercer invitado a la fiesta fue Hany Kauam quien levantó suspiros de las presentes. (…) Para concluir el evento, se subieron al escenario Servando y Florentino arropados por una ola de vítores y gritos de amor de sus fanes (sic) enamoradas”. Mientras en otros países de Latinoamérica, el 25 de noviembre es fecha propicia para elevar las banderas de la lucha feminista, en la Venezuela “revolucionaria”, lo que sugiere la propaganda gubernamental de MinMujer es hacer “tremenda fiesta en la Diego Ibarra” y seguir enajenando muchachitas con canciones “de amor”, pues no hay razón alguna que nos conmine a la lucha. Conténtense las mujeres venezolanas con las cancioncitas, los piropos, la cajita de chocolates y el ramito de flores: el socialismo feminista ya está dado. Fue -¿quién se atrevería a dudarlo?- parte del legado que nos dejó “nuestro amado Comandante Supremo”.
Desde instancias como el Ministerio para la Mujer y la Igualdad de Género, se asegura que “el gobierno bolivariano creó una nueva institucionalidad y un cuerpo legal para protegerlas [a las mujeres] de la discriminación, la pobreza y la violencia.” De la población LGBT nada dice este ministerio, pues “esos asuntos son muy complicados y además suponen un peso adicional a la difícil carga que portan las mujeres heterosexuales en nuestro país”. Así lo sugeriría María León, durante su gestión al frente de este ministerio, ante quienes le reclamaran mayor atención a los asuntos de la sexo-género-diversidad. Ante semejante aseveración una se atrevería a preguntarse cuál es esa nueva institucionalidad de la que tanto alarde hacen desde el gobierno y cuál es ese cuerpo legal que se supone existe, pues cualquiera que mire a su alrededor podrá aún ser testigo de la discriminación, de la pobreza y la violencia, todas expresiones de las cuales continúan siendo víctimas las mujeres venezolanas.
¿Será que esa nueva institucionalidad se reduce a un ministerio capaz de conmemorar el 25 de noviembre con conciertos para “fanáticas enamoradas” y muchachitas sumidas en “gritos de amor” y suspiros? ¿Será que esa nueva institucionalidad se reduce a un ministerio incapaz de cuestionar los roles de género, un ministerio que concibe a la mujer como una madre, paridora, cocinera y cuidadora? ¿Será que esa nueva institucionalidad se reduce a un ministerio capaz de imponer a espaldas de los poderes creadores del pueblo un Plan como el Mamá Rosa, documento por demás insulso que perpetúa el culto patriarcal a Hugo Chávez bajo la excusa de su abuela campesina? Un cuerpo legal, dicen… ¿Se referirán a la Ley Orgánica sobre el Derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia? ¿Ese papel con el que todas las instituciones de justicia se limpian los muros, ninguneando a la mayoría de las mujeres que lo elevan en un intento por defenderse de la realidad que las oprime? ¿Será que se refieren a esa letra muerta incapaz de ajustarse plenamente al contexto social que nos arropa y garantizar a las mujeres verdadera educación sexual, anticonceptivos gratuitos y el derecho al aborto seguro y gratuito cuando ellas lo decidan? Tal parece que hablar de feminismo, para el Ministerio que preside hoy Andreína Tarazón (cuyo nombramiento al frente de esa instancia gubernamental resultó además injustificado, pues se trata de una joven que jamás se ha caracterizado por estar vinculada a la lucha de las mujeres trabajadoras), se reduce a formular un cúmulo de alabanzas para el hombre que siendo presidente se aventuró a decirse feminista mientras sepultaba tales pretensiones con cheques otorgados a las misses que construye el monstruo Osmel Sousa y promocionan y patentizan los Cisneros.

Los límites del feminismo burgués del Psuv

Según las funcionarias del Ministerio para la Mujer, Hugo Chávez “siempre utilizó un lenguaje no sexista en sus alocuciones, promovió la incorporación de la mujer a la Fuerza Armada, propiciando su ascenso a los más altos niveles jerárquicos.” Esta aseveración puede leerse desde la web de la institución de gobierno. Una no puede dejar de preguntarse: ¿qué entenderán desde dicha institución por lenguaje no sexista? Porque la verdad, la mayoría de la población no puede olvidar la voz de Hugo Chávez sugiriendo a su entonces esposa que se preparara porque aquella noche le daba lo suyo. Y particularmente, aún me cuesta olvidar a aquel hombre dirigiéndose a un campesino del modo: “¡Manda a ligar a esa mujer!” Las palabras de Hugo Chávez, dirigidas al campesino ante el grávido cuerpo de la mujer que avergonzada miraba el suelo, jamás podrán permitirme asegurar que aquel hombre fue alguna vez un convencido feminista. Sin embargo, estos eventos parecen no hacer mella en las representaciones que del “eterno líder” se han hecho quienes hoy hacen vida en las instituciones del estado. Las funcionarias y los funcionarios del Ministerio para la Mujer se contentan con el mero hecho de que una mujer hoy asuma un puesto de poder en una institución inherentemente patriarcal como las fuerzas armadas, o que algunas mujeres pobres hoy sean beneficiarias de becas gubernamentales para paliar sus carencias y seguir asumiendo en silencio el rol de doblemente explotadas que le asigna el sistema capitalista que sostiene el Estado burgués venezolano.
En un excelente artículo titulado “El feminismo inconsistente de Chávez”, Tamara Pearson se refiere al entonces presidente y al “feminismo” que pregona:
“(…) su concepción del feminismo y de su propia identidad como feminista están limitadas al incremento de la participación de las mujeres en los consejos comunales, en las misiones, en la sociedad, y en las campañas electorales, en vez de formar un movimiento específico para defender sus asuntos particulares y ampliar sus derechos.
(…) El “feminismo” en la revolución bolivariana se traduce en algunas pocas ministras y legisladoras más en ejercicio, en una mayor cantidad de participación femenina en las bases (…). Ahora las madres tienen derecho a recibir un pequeño subsidio para continuar con la carga de tener que hacerse responsables ellas solas de la crianza de sus hijos. Este feminismo, de igual manera, significa oponerse a la violencia contra la mujer sin comprender que la división del trabajo por géneros y que la cosificación de la mujer a través de actos como los eventos de belleza y de la publicidad teñida de sexismo, contribuyen grandemente con la concepción de la mujer como persona de segunda clase, cosa que posibilita la violencia mencionada. Es un “feminismo” que ignora completamente el rol de la iglesia en el sexismo y, por lo tanto, se rehúsa a hablar siquiera del derecho a optar por el aborto, de que éste sea gratuito y que se pueda practicar sin peligro. Esta idea de feminismo carece de cualquier análisis histórico o económico acerca del rol del capitalismo en la generación del sexismo.”
Los cuestionamientos de Tamara Pearson son agudos y se formulan desde el seno del chavismo crítico, así que mal podrían erigirse los defensores de la política psuvista alegando que se trata de un ataque más contra la imagen del “amado Comandante Supremo”. Tales observaciones resultan de vital importancia para la comprensión del panorama político actual, pues la figura de aquel líder logró permear no sólo la actuación de sus funcionarios y de las instituciones que estos sostienen, sino también una representación social compartida por muchos de sus seguidores: el feminismo es sólo cuotas de participación y becas para las mujeres más pobres. Lo demás es mucho pedir, así que quien se atreva a reclamar más que eso, deberá confrontar el cerco del Estado burgués. Para muestra, un botón: Los colectivos de mujeres que este mismo año se organizaron para manifestar su repudio al Miss Venezuela, vieron vulnerado su derecho a la protesta cuando toparon con el cerco de la Policía Nacional que por órdenes de un ministro rojo rojito protegía el show de los Cisneros. Mientras este evento fue reseñado en medios de comunicación internacionales, los medios del estado optaron por silenciarlo o apenas le dedicaron unas cortas líneas para luego sepultarlo.
Las personas que desde un convencimiento honesto aún hoy hacen vida dentro de las filas del chavismo podrán decir que se trata de una inconsistencia más, propia de las contradicciones en el seno de la “revolución bolivariana”. A estas alturas, hechos como esos no pueden, desde nuestro punto de vista, catalogarse como meras inconsistencias. Cuando la inconsistencia, la inconsecuencia, son la regla y no la excepción, tenemos que valorarla como un rasgo característico. En este sentido se trata, ni más ni menos, de una política de Estado orientada hacia la manutención de un estado de cosas que cada día más favorece a los intereses de las burguesías nacionales e internacionales. ¿Contradicciones? Sólo en un discurso pretendidamente revolucionario que cada día deja ver más fácilmente sus costuras. Los hechos, por el contrario, se asumen de una coherencia sin igual. El chavismo gobierna para las mismas clases privilegiadas de siempre. Para ello, recurre a un discurso domesticador de las masas y de vez en cuando le lanza unas migajas con el objeto de distraerlas cuando las presiente capaz del voto castigo. Las medidas populistas de los últimos días, vinculadas con una “ofensiva económica contra la especulación”, son una muestra de ello. Mientras la población esté ocupada “vaciando los anaqueles” no tendrá tiempo para pensar demasiado sobre las causas estructurales de la actual crisis de nuestra economía capitalista.

Plan Mama Rosa: El machismo disfrazado

En este contexto, el feminismo que desde el chavismo se esgrime no constituye más que un recurso discursivo más para ganar las voluntades de las miles de mujeres. Dicho así, resulta de vital importancia acercarse desde una mirada crítica al denominado Plan para la Igualdad y Equidad de Género “Mamá Rosa”.
El documento institucional nos introduce a su lectura confesando que su denominación no responde directamente a la vinculación e identificación con la figura de una mujer que fue madre campesina y que se llamó Rosa, sino que la referencia a aquella mujer constituye una excusa para rendir culto a la figura patriarcal de Hugo Chávez: “Poco sabemos de Mamá Rosa, sólo las expresiones nostálgicas y amorosas que el Comandante Supremo Hugo Chávez mencionaba cada vez que recordaba su infancia (…)”. Partir de ese hecho es ya un equívoco. Desde el Ministerio para la Mujer, lejos de rescatar los nombres y ejemplos de las aguerridas mujeres venezolanas que han sido invisibilizadas por la historia, se recurre al culto a la personalidad del hombre y se emplea la imagen desconocida de su abuela para justificar el hecho. Mamá Rosa se retrata en este documento como madre, cocinera y criadora a través de citas que se formulan de las declaraciones anecdóticas de Hugo Chávez en relación con su infancia. A ninguna de las funcionarias del Ministerio se le ocurrió siquiera profundizar e indagar en torno a una semblanza de mujer que -desde otra perspectiva, no lo dudamos- habría podido dar la posibilidad de al menos retratar a una abuela -como la mayoría de nuestras abuelas- que pese a su restrictiva vida en los espacios domésticos continuaba siendo portadora de una sabiduría ancestral y un anhelo de libertad. Es una (1) la página que se dedica a la presentación de Mamá Rosa desde la voz de Hugo Chávez. En esa página, la foto de la mujer ocupa el mayor espacio. Además de presentar una redacción bastante pobre, el documento logra sorprendernos por el evidente salto que deja inconcluso el texto. ¡Tanto les importaba a las funcionarias de MinMujer retratar a Mamá Rosa!
Según la redactora del Plan Mamá Rosa, Virginia Aguirre, bastaría con que las instituciones del Estado manifiesten su voluntad de asumir una perspectiva de género en el desarrollo de sus políticas, elevando acaso sus cifras de cuotas de acceso y ascenso para las mujeres. Esto bastaría para despatriarcalizar las instituciones y erradicar las desigualdades de género. Se considera, desde este limitado enfoque que ello constituye “cambios estructurales” suficientes. El grave problema está en que al parecer ninguna de las funcionarias del MinMujer sabe con qué se come una “perspectiva de género”. De otro modo una no puede entender cómo es que en el mentado Plan, una de las líneas de acción perteneciente a la dimensión económica se propone “impulsar con las organizaciones y movimientos de mujeres la creación de guardería para las hijas e hijos de las trabajadoras y los trabajadores del sector público y privado” (sic). Lo cual además de poner en evidencia la misma concepción machista de la asignación de los roles entre hombres y mujeres, representa un grosero retroceso respecto de las leyes laborales vigentes, que asignan esa responsabilidad a los patronos, y no a las organizaciones de mujeres.
Para cualquier persona con un mínimo de formación en materia de género, resulta evidente que si no hay un cuestionamiento a los roles que se asignan en nuestras sociedades, que si no se garantiza una discusión capaz de ahondar en la realidad de la diversidad del sexo y el género como categorías constituyentes de la condición humana, si no se avanza -en definitiva- en la construcción de criterios feministas, jamás podrá hablarse de “transversalización de la perspectiva de género” en las políticas públicas.
En este sentido, la Introducción del Plan Mamá Rosa expone cifras vinculadas con la realidad ocupacional de las mujeres en Venezuela, pero es incapaz de analizar esas cifras a la luz de la perspectiva de género que dice debe desarrollarse desde las instancias públicas. Si bien reconoce que la ocupación de las mujeres está enfocada en el área comercial y de servicios (con excepción de los sectores de la construcción y el transporte) mientras los hombres acaparan el sector productivo del país, evade flagrantemente un análisis que permita profundizar en las razones culturales de esta segmentación del trabajo. El Plan Mamá Rosa carece de la perspectiva de género que reclama y se presenta como un documento más dispuesto para el “cumplo y miento” de la burocracia roja que nos arropa. Si el segundo Plan de Igualdad para las Mujeres Juana Ramírez “La Avanzadora” arrojó como saldo “positivo” la conformación del Ministerio para la Mujer, ¡vaya usted a saber qué adefesio burocrático habrá de parir Mamá Rosa!
Del mismo modo, el objetivo histórico que se plantea el Plan Mamá Rosa resulta poco menos que risible dadas las características del gobierno de Nicolás Maduro. ¿Cómo habremos de entender que desde el Ministerio para la Mujer se proponga “erradicar el patriarcado como expresión del sistema de opresión capitalista y consolidar la igualdad y la equidad de género con valores socialistas”, cuando en nuestro país el sistema capitalista cada día se fortalece más gracias a las políticas entreguistas del gobierno que pacta con Chevron, Nestlé, Samsung y cuanta transnacional se ofrezca “preñada de buenas intenciones” para contribuir -¡cómo no!- con la tan mentada “soberanía petrolera”, “soberanía alimentaria”, “soberanía tecnológica” o peor aún, para ayudarnos a convertirnos en “potencia”? Caramba, que hay que ser ingenuas (o consagradas burócratas y demagogas) para tragarse el cuento de que el feminismo socialista se alcanzará de la mano del gobierno capitalista y burgués que hoy tenemos.
En Venezuela, las mujeres no alcanzaremos verdadera autonomía ni plena igualdad de derechos hasta que no comprendamos que nuestros conflictos debemos reconocerlos fundamentalmente nosotras. Ningún patriarca -por muy “caballeroso” que sea- debe ser quien nos diga cuáles son los males que nos aquejan. Nuestra situación de opresión debemos denunciarla desde una voz de dignidad que reclame la verdadera elevación de criterios feministas. Y los criterios feministas no se construyen con financiamiento a la construcción de cuerpos sumisos al capital ni con complacencia ante los códigos estéticos patriarcales. Los lazos que Hugo Chávez estrechó con la organización Miss Venezuela, lo descalifican moralmente para erigirse como ejemplo alguno en la lucha anticapitalista y antipatriarcal. “Nuestro Chávez feminista” no existe, nunca existió. Desde este punto de vista, cualquier institución del Estado u organización en general que pretenda convencer a las mujeres en lucha de que el feminismo es eso que dejó Chávez como legado, no abraza más que una falacia, una abominable inconsistencia ideológica que sólo se traduce en mayores cadenas para las mujeres y para la población venezolana en general. El feminismo revolucionario, que se pretende verdaderamente socialista, debe abogar por definir plenamente los criterios que constituyen una perspectiva de género y comprender que la igualdad de derechos no se traduce únicamente en una inclusión paritaria en políticas dispuestas por un Estado machista.

domingo, 6 de octubre de 2013

Rompamos la camisa de fuerza del chantaje gobiernero: ¡hagamos verdadera revolución!


Aquel movimiento popular con potencialidades transformadoras que otrora fuera el chavismo se encuentra en su declinación, y su situación actual obliga una revisión objetiva de nuestra historia más reciente. Hasta el año 2006, la movilización y autoorganización popular fueron la base sobre la cual se apoyó el gobierno para enfrentar el golpismo de la derecha. No obstante, una vez derrotada la ofensiva antipopular de los empresarios, la Iglesia, la burocracia sindical y los partidos tradicionales, el gobierno arrastró a esos sectores a una mesa de negociaciones y con su mira puesta sobre el entonces fortificado movimiento popular, apuntaló su corporativización con la creación del malquerido Psuv. La consecuencia más inmediata de esta medida fue la domesticación de las fuerzas populares y el abono de un terreno propicio para la conciliación y consolidación de los pactos.

Luego del golpe de estado del 2002 y con mayor rapidez luego del 2006, debimos observar cómo la mano del gobierno que nos habíamos dado a través de varias elecciones, y que defendimos aún con nuestros cuerpos, pactaba con los intereses empresariales de la burguesía nacional y las trasnacionales. El ejemplo más claro de estos pactos es la creación de las empresas mixtas, que hacen de las empresas de capital extranjero co-propietarias de nuestros hidrocarburos. En este sentido hay que decir que la estrategia del gobierno chavista de alianza con la burguesía y las transnacionales fracasó tanto para construir un nuevo modelo socialista, como para superar en términos capitalistas nuestra dependencia económica. Los pactos sostenidos no pudieron provocar más que un descreimiento consecutivo entre las bases chavistas, y la desaparición física de Chávez agravó la notoriedad de estas conciliaciones y acuerdos pro-capitalistas. Ya ubicados en un punto de no retorno, nos encontramos entonces ante el monstruo de la burocracia roja y gobernados por la temible “derecha endógena”, la misma a quien se le endilgaba todas las fallas gubernamentales, que no debían hacer mella en el liderazgo de “nuestro Comandante”. En este contexto, hoy el debate político es casi inexistente en el Psuv, mientras que entre el pueblo chavista se hace visible no sólo el desencanto sino un estado de incertidumbre que anula cualquier posibilidad de alimentar un intercambio de ideas en torno a los momentos que históricamente vivimos, cómo podemos afrontarlos y de qué modo debemos garantizar la reorganización de nuestras fuerzas en pro del avance y proyección de nuestros pasos hacia un sendero verdaderamente socialista.

Ningún “golpe de timón” reorientará el destino de esta traición a las aspiraciones de un pueblo, porque no se están cuestionando las bases estratégicas de este proyecto político ni su compromiso con los intereses de la burguesía y las trasnacionales. Es este y no otro el principal legado de Chávez. Son la boliburguesía corrupta, la burocracia sin límites, los pactos y la explotación constante de un Estado que pretende criminalizar los intentos organizativos de los trabajadores e imponer sindicatos patronales. Todo un cúmulo de vicios estatales aupados por un discurso gobiernero según el cual en nuestro país el poder lo ejerce el pueblo y no una cúpula militar-empresarial que usa como cortina la figura caricaturesca de un presidente-obrero. Presidente que en nuestro caso además es movido por una laxitud asombrosa que conjuga un discurso moralista, católico y de desenfado postizo con llamados a la obediencia, la unidad y la domesticación. Evidentemente, al sustituir a Chávez -portador de un genuino prestigio popular- por su caricatura, Maduro, el gobierno se tambalea como presidente en bicicleta.

Una podrá admitir que fue Chávez quien, aún llegando al poder desde la negación al socialismo y coqueteando con la socialdemocracia de la tercera vía, logró hacer que la población elevara sus niveles de participación y confianza en la lucha política, perdiera el miedo a las palabras “revolución”, “socialismo”, y alzara las banderas del poder popular y la lucha de clases. Fue este personaje inesperado en el panorama político del momento quien capitalizó casi medio siglo de resistencia popular al modelo puntofijista y surgió en la ocasión justa de la crisis terminal de ese modelo. Por ello sus consignas en favor de una Asamblea Constituyente y en contra de la rapiña neoliberal, hicieron eco en la población venezolana. Pero indudablemente también habrá que reconocer que el discurso chavista fue siempre una neblina de indefiniciones. Por ejemplo, nunca se explicó cómo alcanzaríamos la justicia social sin nacionalizar plenamente la industria petrolera o socializar los grandes monopolios que subsisten hasta el día de hoy. 

Ese discurso plagado de indefiniciones nos situó en el punto en que hoy hablar de revolución, poder popular y socialismo es casi como hablar de mantequilla: a muchos parece encantarle y están convencidos de que se come con cualquier masita -incluso con candidaturas puestas a dedo, imposición de los criterios faranduleros de animadores, reguetoneros y atletas, llamamientos a la inmovilización “pues ya el socialismo está dado” (como diría el diputado psuvista, Darío Vivas), concursos de belleza financiados con dinero del Estado (el mismo Chávez le ofreció plata a Ivián Sarcos para su fundación -¿existirá?- “Belleza con propósito” y enterró con un cheque todas sus pretensiones feministas), manutención de las mafias burocrático-empresariales como las encabezadas por personajes nefastos como el tal maestro Abreu, que no son sino la evidencia de la continuidad de una política cultural que invierte el presupuesto en grandes espectáculos y un par de fundaciones, a despecho de la posibilidad de apoyar experiencias de educación popular en el área de las artes. Como guinda del postre, las alabanzas permanentes al catolicismo y las alianzas con sus representantes institucionales. Si a muchos nos incomodó el crucifijo conciliador de Chávez esgrimido en el 2002, Nicolás Maduro nos terminó de pasmar ante el colmo del temor a dios y sus promotores comerciales.

Catorce años han transcurrido y no hemos visto la expropiación de los grandes empresarios, ni el castigo de los grandes corruptos. No se ha materializado un modelo alternativo sin explotación, con igualdad, respetuoso de los derechos de los pueblos indígenas, con soberanía alimentaria y sin impunidad. Lejos de ello, vemos como el gobierno ha tendido en bandeja de plata a los sectores más podridos de nuestra sociedad, aquellos que derrotamos en el 2002, la retoma del poder, esta vez por la vía electoral. Sin otro recurso al cual apelar, el gobierno “resucita” a Chávez para ordenar, por enésima vez, que se mantenga disciplinado y rodilla en tierra al lado de los boliburgueses. La manipulación emocional está a la orden del día y cada vez que llueve, suponemos que hay que sentir nostalgia y llorar de agradecimiento. Quien no acate la línea, es “falto de conciencia”, “anarquista”, “radical”, “ultroso”, “infiltrado”, o algo peor, un escuálido impenitente que merece no sólo el desprecio sino las varias formas de la persecución y el acoso personal. Se trata, ni más ni menos, de un vil chantaje en pro del mantenimiento del actual estado de cosas.

Romper con esa manipulación, “sacarse a Chávez del corazón”, para poder mirar fríamente su legado -desde una perspectiva más política que moral- es algo que sólo podremos lograr si nos detenemos a observar y analizar las tácticas de las cuales se vale el poder para situarnos en una posición de sumisión y dependencia. El día que nos sentemos frente a VTV y el culto a la personalidad que este medio aúpa a toda hora ya no nos arranque lágrimas sino que nos ofenda en lo más profundo de nuestra dignidad, entonces habremos dado un paso al frente hacia la ruptura con el chantaje; estaremos en plena capacidad de ponernos de pie y alzar la voz, avanzar y reclamar lo que nos corresponde -que no son migajas, dádivas o favores de un gobierno- sino verdaderas políticas revolucionarias que nos entreguen el control de nuestros destinos y nos permitan el verdadero autogobierno.

Quienes creímos en Chávez y vemos hoy la necesidad de mirarlo y mirarnos en retrospectiva, atravesamos por un proceso desgarrador. No podría ser de otra forma. Necesitamos la ruptura porque creemos en el verdadero socialismo, queremos alcanzarlo y sabemos -enteramente lo sabemos- que ese socialismo no lo alcanzaremos mientras sigamos atados al chavismo oficial, inmovilizados por el chantaje, convencidos de que debemos soportar todo con tal de que no vuelva al gobierno la derecha pro-imperialista de la MUD. El socialismo verdadero, sin latifundistas, empresarios, trasnacionales, burócratas ni boliburgueses, nos exige esa ruptura, salir -en términos del compañero Roland Denis- de “la nube hipnótica del chavismo”.

Dentro de todo este panorama, el ninguneo por parte de los medios públicos y privados a la existencia de una izquierda autónoma, se debe a que tácitamente reconocen que Psuv y MUD son los dos pilares partidistas del capitalismo en Venezuela, y que ambos tienen mucho que perder con el surgimiento desde las bases populares de un polo verdaderamente revolucionario. Por ello es claro que conducirnos hacia un camino de autonomía y profunda lucha social nos tomará años de trabajo organizativo. En este sentido, la construcción de un Sistema Comunicacional verdaderamente libre no sólo de las líneas políticas conductoras del Estado y de los sectores privados sino de los códigos heredados del chantaje y la manipulación, es una necesidad imperiosa para quienes ante la inevitable concertación chavismo-MUD, apostamos a generar un saldo organizativo mínimo capaz de conducir la resistencia y evitar la desmoralización de una clase social que ha sido nuevamente traicionada.

jueves, 23 de mayo de 2013

La voz yukpa se hace escuchar en Mérida

Fotografía: Contracorriente ULA

La convocatoria que realizara el colectivo estudiantil Contracorriente en conjunto con la Sociedad Homo et Natura para la realización, el día lunes 20 de mayo en horas de la mañana, del foro titulado "Los derechos indígenas y la lucha por sus territorios" en los espacios académicos de la Universidad de Los Andes, se vio afectada por una imprevista protesta obrera que cerró los ingresos a esa casa de estudios para exigir cargos fijos para centenares de trabajadores precarizados. No obstante, los organizadores consiguieron rápidamente formalizar un cambio de espacios para esta programada discusión y tanto los ponentes como un público de aproximadamente cincuenta personas nos trasladamos a los espacios del Jardín Botánico de la ciudad de Mérida. Allí, rodeados de la colorida vegetación andina, nos encontramos de nuevo ante los rostros de la dignidad yukpa.

Oriana Bastidas, estudiante de la escuela de Geografía de la ULA y dirigente de la agrupación Contracorriente, fue la encargada de ofrecer a los asistentes una introducción al tema de la problemática indígena en Venezuela, especialmente en lo referente al conflicto territorial yukpa. En su introducción, la compañera hizo un recuento de los últimos hechos que trajeron como resultado más reciente el asesinato del cacique yukpa Sabino Romero, así como el juicio arbitrario contra las organizaciones Provea y Homo Et Natura, por solidarizarse con una protesta yukpa ante el TSJ en el año 2010.

Carmen Fernández, cacica de la comunidad de Kuse y madre del conocido dirigente yukpa asesinado, Alexander Fernández, fue la voz que desde la convicción sobre el carácter histórico de la lucha indígena ofreció una intervención de dignidad. La mujer indígena reconoció a su hijo y a Sabino como líderes indiscutibles de la lucha histórica yukpa e hizo referencia al compromiso que ella y los suyos tienen para con el legado guerrero de los líderes asesinados. “Todavía andamos en la lucha. Nunca abandonaremos la lucha de Sabino”, fueron las palabras de esta madre aguerrida. Del mismo modo, hizo referencia a la total impunidad que reina en estos y otros asesinatos perpetrados en la Sierra de Perijá y denunció nuevamente el hecho de que los asesinos de su hijo hoy estuvieran libres, transitando las mismas calles que ella y el resto de sus hijos hoy transitan. “No hay ni un preso. Ellos ponen el billete y por eso están libres. Nosotros, en cambio, no tenemos dinero para comprar la justicia”.

La cacica de la comunidad de Kuse también denunció el cerco mediático e institucional del cual los yukpa han sido víctimas. Hizo especial mención al último viaje que el asesinado Sabino Romero convocara a Caracas, viaje que les tomó un aproximado de 27 horas debido a las innumerables alcabalas que les colocaron en el camino y en el transcurso del cual otro hijo de esta mujer fuese arbitrariamente detenido por las fuerzas militares que intentaron, desde el principio, evitar la llegada de los yukpas a tierras de Guaicaipuro. Refirió también que luego de este evento, dos militares ingresaron a su comunidad e hicieron disparos contra uno de sus hijos, hecho ante el cual ella se rebeló exigiendo respeto para los suyos y sus territorios. Carmen es madre de dieciocho hijos y en no pocas ocasiones ha tenido que lidiar con las amenazas que sobre ellos recaen. A ella le han dicho que matarán a todos sus hijos uno por uno y a su hija Ana María le han advertido los militares y sicarios de la zona que “beberán la sangre de todos sus hermanos”. Cabe resaltar que la situación de constante amenaza que vive esta líder indígena de la lucha por el territorio, la ha hecho destinataria de una medida de protección internacional que poco o nada han hecho cumplir las autoridades venezolanas. Carmen finalizó su intervención desde la conmoción que le produce el recuerdo de Sabino, ratificando su lealtad para con una lucha que reconoce propia.

Por su parte, el joven cacique yukpa Sabino Romero Martínez, hijo del líder de la resistencia indígena venezolana contemporánea, también reconoció la lucha yukpa como una lucha de carácter histórico. Aseguró que en esa lucha, la compañía de Lusbi Portillo les ha sido de gran valía. Del mismo modo, refirió su voluntad de unificar fuerzas junto a Carmen y otros caciques de la Sierra para hacer la necesaria presión sobre los organismos judiciales. Sabino denunció la situación de vulnerabilidad en la que hoy se encuentran muchas mujeres de su comunidad luego de los asesinatos de varios hombres que fungían como sustento de sus hogares. Su padre, Sabino Romero Izarra, dejó a Lucía y a tres niños pequeños; su cuñado, Wilfrido Corona, dejó a Guillermina Romero con varios niños pequeños y un embarazo avanzado. Y así, los asesinatos de Darío García, José Luis Fernández, Alexander Fernández y Leonel Romero enlutan a otras familias yukpas que hoy sienten de muchas maneras la ausencia de estos hombres.

También hizo referencia el cacique yukpa al compromiso asumido por el gobernador Francisco Arias Cárdenas ante la investigación del asesinato de Sabino Romero Izarra. En reunión pautada con este funcionario, el 19 de marzo del año en curso, se reclamó justicia en relación con la muerte de tantos dirigentes yukpas así como el pago de las bienhechurías de las haciendas que forman parte del territorio ancestral en disputa. Según el cacique Sabino Romero Martínez, Arias Cárdenas se comprometió a pagar las bienhechurías de 10 de las haciendas que conforman el territorio yukpa. Sin embargo, hoy el dirigente indígena piensa que el gobernador no cumplirá su palabra pues lo sospecha parte de una trampa que se ha tejido contra la lucha yukpa. En este sentido hizo referencia a la vinculación que desde el Estado se viene fraguando para con las comunidades indígenas: comentó el cacique el hecho de que autoridades continúan intentando comprar voluntades a cambio de láminas de cinc y bolsas de comida. “Hace como tres semanas llevaron zapatos para amansarnos, para crear divisiones entre nosotros”.

En la figura de su hijo, el legado de Sabino Romero también encuentra acogida. El joven cacique yukpa aseguró: “Tengo que luchar hasta la muerte porque mi papá hizo así”. En ese mismo orden de ideas el cacique hizo un llamado a los watías (criollos) presentes para que junto a los yukpa ejercieran presión contra el gobierno y en favor del pago de las bienhechurías que garantizarían territorio para los suyos y de las investigaciones que deben adelantarse para garantizar verdadera justicia ante los crímenes que se han perpetrado contra la comunidad yukpa. Reiteró el llamado a acompañarles en la lucha desde su comunidad: “Estamos sintiendo que nos van a exterminar. Invito a las gentes a Chaktapa para acompañarnos en la lucha”. Informó el cacique que en la ciudad de Caracas se habilitarían dos autobuses el día 7 de junio que viajarían hasta Chaktapa para que el aguerrido pueblo de Guaicaipuro hiciera acto de presencia en la zona como una muestra de solidaridad con el pueblo yukpa. “Si ustedes van, a ellos les entra miedo”, afirmó el líder indígena.

Sabino Romero Martínez no sólo reconoce que hay una estrategia para cercar la lucha del pueblo yukpa, también es capaz de reconocer que hay intereses superiores que se contraponen a los intereses de su gente: “Este gobierno está interesado en explotar el carbón del Socuy. Nosotros pensamos que luego irán por el carbón de Perijá”.

El profesor Lusbi Portillo inició su intervención haciendo énfasis en la complejidad de la lucha yukpa, complejidad que en un contexto polarizado se agudiza al punto en que este dirigente luchador reconoce que “ni a chavistas ni a opositores les interesa que los indígenas tengan territorio”. En este sentido, recalcó que los yukpa se encuentran en un estado de indefensión total ante la avalancha que representa un Estado desarrollista. Puso como ejemplo de esta vocación del Estado contraria a los intereses indígenas, el evento que se sucedió de forma posterior a la denuncia que un representante de Horonami formulara en relación con la presencia de garimpeiros en territorio del Amazonas venezolano. “El Estado dejó a este compañero como el mentiroso más grande del mundo. Y nosotros no tenemos los medios para decir lo contrario”. Es de recalcar, en este sentido, que muchas comunidades de la selva amazónica son lugares de difícil acceso al que sólo a través de helicópteros se puede ingresar.

Para Lusbi Portillo, todo el aparataje del Estado está jugando en contra de la lucha yukpa pues son muchos los intereses que priman sobre los muy variados y muy ricos recursos que abraza el subsuelo del territorio indígena. La explotación de minerales de gran valía es, desde este punto de vista, el objetivo fundamental de este Estado desarrollista. En este sentido, el dirigente responsabilizó a Tareck El Aisami como el ideólogo de una estrategia macabra, el llamado Plan Yukpa, ideada desde el Fuerte Macoa para intentar destruir la lucha yukpa. Según Portillo, las políticas dirigidas por El Aisami apuntaban a lineamientos militaristas y policiales que pretendían colocar bases militares en territorios de Perijá. Resaltó entonces el profesor la importancia de que se reconozcan los territorios indígenas: "Si hay territorios indígenas, hay derechos colectivos y posibilidad de autogobierno. De lo contrario, indígenas sin territorios serán juzgados y gobernados como watías".

Dentro de todo el panorama de resistencia yukpa, Portillo hizo referencia a las estrategias que desde la dinámica cultural indígena se imponían ante las estructuras del poder estatal: Siendo los consejos comunales estructuras ajenas a las formas organizativas de estas comunidades, algunos mecanismos de evasión y resistencia pasan por apelar a la colocación de los hijos frente a los consejos comunales, asumiendo los padres las figuras de los cacicazgos. Amparados en la jerarquía natural de los nexos familiares, los indígenas de la Sierra se permiten lidiar con todo el entramado burocrático que impone el Estado venezolano. Considerando esta ejemplificación de los métodos de lucha indígena, Lusbi Portillo aseguró que su labor siempre ha sido la de acompañar estos eventos sólo desde el escuchar y adaptar estas estrategias al contexto occidentalizado que prima entre nosotros. En este sentido, el representante de Homo et Natura hizo un llamado a los presentes para que se solidarizasen con la lucha yukpa desde los espacios que consideraran pertinentes. "No todos tenemos que estar al frente poniendo el pecho. Hay muchas formas de acompañar esta lucha", aseguró.

Para finalizar, en relación con el juicio que en su contra se adelantaba como representante de Homo et Natura por apoyar la protesta yukpa ante el TSJ, el dirigente señaló que aquel no procedió por extemporáneo, pues los niños yukpa que estuvieron acompañando a sus padres en la protesta frente al TSJ, colocados en situación de riesgo por sus padres según la Fiscalía, están en sus hogares desde hace más de dos años. Los detalles referidos por el profesor Portillo sobre este amañado juicio, dan cuenta de un tratamiento no sólo plagado de ignorancia en lo referente a la cosmovisión yukpa sino de una terrible tendencia corrupta y mañosa entre los funcionarios vinculados al caso y de la intención manifiesta de criminalizar la protesta.

El foro Los derechos indígenas y la lucha por sus territorios fue sin dudas un escenario de discusión en el que foristas y asistentes pudieron intercambiar sus comprensiones del conflicto yukpa, comprometiéndose finalmente a hacer parte de iniciativas organizativas que brindaran solidaridad activa a los luchadores indígenas que resisten en la sierra de Perijá. En este sentido, quedó sobre la mesa una propuesta que aboga por la movilización de algunos militantes merideños para transitar el camino hacia la sierra de Sabino este 7 de junio.

Publicado originalmente en: LaClase.info

martes, 9 de abril de 2013

Toallitas de tela, misoginia y politiquería en Venezuela



Medios de difusión entre los que cabe mencionar a La Patilla, El Propio, Notitarde, Noticiero Digital, Primicia, entre otros, se hicieron eco de una campaña de tergiversación de la información que vincula un antiguo microemprendimiento adelantado por un grupo de mujeres desde los andes venezolanos, con una supuesta imposición gubernamental para sustituir el uso de toallas sanitarias desechables. Los titulares fueron “El gobierno lanzó las nuevas toallas sanitarias reusables”, “Socialistas revolucionan las toallas sanitarias y las convierten en ecológicas”, “¡Insólito! Estas son las toallas sanitarias socialistas”. Las escuetas notas se limitan a difundir el video grabado en el marco del programa Consumo Cuidado de Vive Tv y alientan a un público prejuicioso y polarizado a hacer comentarios agresivos y a replicar aquello como un intento gubernamental más por “cubanizar” la realidad venezolana. Por supuesto, no faltaron personajes como Rafael Osío Cabrices e Ibeyise Pacheco, quienes difundieron la mofa desde sus cuentas en redes sociales, develando y promoviendo un tratamiento no sólo politiquero de un tema tan sensible e interesante, sino además caracterizado por esa aversión hacia el cuerpo femenino y sus procesos psico-biológicos tan vinculado a la misoginia. Ninguno de estos personajes realizó alguna indagación formal sobre el tema antes de dar crédito a la “noticia”, atentando contra cualquier ética periodística. En este sentido, ante la invitación de varias mujeres a profundizar en el tema, @osiocabrices expresó “¿Cómo me debo educar, según usted? ¿Vuelvo a la primaria, o me cambio de sexo para "menstruar en tela"?”. Por su parte, los “médicos” que hacen vida desde @IMPROSEXUAL pretendieron dar un tratamiento igualmente ligero al asunto, expresando que “El Derecho a disfrutar de los beneficios de los avances científicos es un Derecho Humano”, a la vez que intentaron posicionar etiquetas como #NoAlRetroceso #NoALaInvolución.

Por su parte, Naky Soto, en una nota publicada en Prodavinci y titulada “Las toallas sanitarias y el capitalismo salvaje”, difundió un micro-reportaje en el que mujeres cubanas refieren sus dificultades para acceder a las toallas sanitarias desechables. En este micro se evidencia, además, que el uso de toallas de tela no es una constante en Cuba y que de hecho no se han dedicado a promocionar su uso ni discutido la opción como de empleo permanente. Al mismo tiempo, Soto expresó: “Es curioso que se promocione ahora [la toalla de tela], cuando la inflación, la escasez, la reducción de marcas por falta de materiales para su producción o la reducción de importación, han marcado tan severamente la oferta de toallas sanitarias disponibles en nuestros mercados. La ecología se convierte en el argumento para maquillar las fallas en economía.” Naky se equivoca en su enfoque. Quienes recurrimos a las toallas de tela, las confeccionamos y promocionamos, no lo hacemos con intención de disfrazar las posibles disfunciones del sistema (no tenemos ese poder ni el interés siquiera). Lo hacemos porque comprendimos el grave impacto ambiental que generan las opciones predominantes en el mercado y porque además perdimos el miedo y nos animamos a salir de la dependencia, nos enamoramos de los resultados y estamos dispuestas a defender esa autonomía alcanzada, nuestro derecho a vivir nuestra menstruación como nos venga en gana y a ayudar a otras mujeres a reconciliarse con sus ciclos, fluidos, cuerpos, sexualidad. La politiquería nunca nos ha brindado un enfoque lo suficientemente amplio como para comprender las tantísimas motivaciones de nuestro hacer en sociedad. Creemos que esta propuesta de uso de alternativas ecológicas para la menstruación merece un tratamiento serio alejado de cualquier manipulación con fines electorales y la seriedad de ese tratamiento dependerá siempre de una sustentación de los argumentos a favor o en contra de la propuesta, jamás de mitos, supuestos, falacias, apego a costumbres y/o hábitos.

Algún asomo de curiosidad dejó entrever la periodista Milagros Socorro, quien desde Código Venezuela dio difusión a su nota titulada “Polarización y toalla sanitaria”. En la nota, la periodista -quien se adscribe a la tendencia partidista de la MUD- reconoce que las toallas de tela no son un invento “socialista”, que éstas se distribuyen en varios países latinoamericanos (quizá desconozca que la propuesta está en todo el mundo y que se comercializa con mayor solidez en Norteamérica y Europa) y que el tratamiento dado al tema en los medios de difusión y redes sociales puede tener mucho de misógino. Alega la periodista que “es posible encontrarle ventajas a la toalla sanitaria de tela”. No profundiza, sin embargo, en esas ventajas simplemente porque no las conoce (ella evidentemente nunca las ha usado). No obstante afirma que una toalla de tela contamina tanto como una desechable porque para su lavado requiere de agua y jabón. Este razonamiento ingenuo ha sido debatido ampliamente en foros promovidos por mujeres que avalan el uso de las toallas de tela. Hacer una toalla desechable requiere de una utilización de agua muy superior a la que requerirá el lavado de una toalla de tela. Y evidentemente, la toalla desechable será empleada sólo una vez y luego irá a ríos, mares, vertederos, a seguir contaminando espacios. Las toallitas de tela son las que garantizan el menor impacto ambiental.

Socorro también asume el riesgo de tocar muy superficialmente el difícil tema del “tiempo libre” para sostener el argumento de que por cuestiones de tiempo, las toallas de tela no son una opción viable. Quienes conocemos la dinámica de utilización y reutilización de toallas de tela sabemos que la demanda de tiempo que nos hace el lavado de nuestras prendas absorbentes no es superior al que nos demanda el lavado de nuestra ropa íntima. El día que empecemos a usar ropa interior desechable “por falta de tiempo”, allí podremos sentenciar que el sistema opresivo capitalista definitivamente nos ha aplastado.

Socorro expresa: “El punto es que la polarización, la misoginia, la pereza y los prejuicios no nos impidan analizar las cosas y sacar de ellas lo que pueden tener de bueno.” En ello coincidimos totalmente con la periodista y nuestro llamado es a acercarnos a estos temas y discutirlos siempre desde el respeto a las distintas perspectivas que nos representan y a la condición femenina que nos configura.

A estas alturas del embrollo mediático, necesario es reconocer que la escuela moderna incorpora el estudio de nuestro cuerpo y sus procesos desde una perspectiva netamente biologicista que no aborda los aspectos psicológicos vinculados y muchas veces limita la comprensión cabal de las relaciones que guardamos con estos procesos desde la cotidianidad. El hogar promedio actual, por su parte, aporta una comprensión casi siempre prejuiciosa y plagada de tabúes en las que el silencio y/o la desacralización constituyen el pivote de las relaciones intrafamiliares. De allí que nuestra formación en materia de salud reproductiva y sexualidad en general sea prácticamente nula.

En este sentido, la comprensión de la menstruación que nos aporta la escuela, tiende a ser limitada al desprendimiento de un óvulo no fertilizado que se evidencia en el sangrado. Y en el hogar, el primer sangrado menstrual es una advertencia de fertilidad, un yugo moral que obliga nuevas formas de comportamiento y/o una experiencia que rompe en gran sentido las relaciones de la niña con su entorno y demás miembros familiares.

Ha sido, sin duda, la configuración patriarcal de nuestras sociedades la responsable de que esto ocurra del modo en que viene ocurriendo. El marco social que habitamos hace dolorosa y traumática la experiencia de la menstruación y lo hace así no sólo como mecanismo de control para con las mujeres sino porque además de este modo puede también vender la vergüenza que promociona su estereotipada publicidad del usar y tirar.

Las mujeres menstruantes llegamos a pagar por compresas blanqueadas y perfumadas, contenedoras de celulosa, geles y aditivos químicos que prometen hacernos sentir verdaderamente cómodas con nuestra “inestable feminidad”, “limpias”, “blancas”, libres de nuestro “hedor”, y que además generan un impacto ambiental terrible y no pocas alteraciones a la salud de quien las usa (irritaciones, hongos, por decir las más comunes). Se nos ha negado así la posibilidad de comprender del todo que nuestra sangre no es sucia ni fuente de contaminación alguna. Se nos ha enseñado a sentir asco ante nuestros propios fluidos. Y así, nuestro nivel de dependencia de estos productos desechables ha llegado a ser tan grosero que en muchas ocasiones ellos son considerados parte de una “cesta básica”, es decir, “indispensables en el hogar”, elementos permanentes del presupuesto familiar mensual.

A finales de 2010, la mayor parte de los empresarios venezolanos comenzó a jugar con nuestra terrible dependencia de toallas sanitarias y pañales desechables. Una supuesta escasez escondió intenciones de acaparamiento y especulación que pusieron contra la espada y la pared a casi toda la población. Extrañamente (hablar de la menstruación sigue siendo un tabú), las voces que se alzaron en la denuncia fueron casi siempre masculinas: padres, compañeros, esposos que eran “enviados hacia la búsqueda desesperada” de los productos faltantes y se encontraron impotentes ante la ausencia o el altísimo costo de lo hallado tras mucho andar. Exigieron entonces “opciones alternativas” para liberarse de aquella manipulación. (Esa participación masculina pudiera considerarse sintomática de un proceso de transformación de nuestras relaciones sociales. Deben quedar atrás los tiempos oscuros en los que había temas que sólo podían ser abordados por públicos determinados. En la medida en que nuestros compañeros hagan parte de discusiones en temas de sexualidad femenina, crianza, etc., estaremos dando un paso al frente hacia la construcción de las necesarias nuevas masculinidades.) Estoy segura de que más de una mujer pensó entonces en su abuela, en los trapitos que usó la abuela, pero entonces sintió miedo. Sí, nos han enseñado a desconfiar del conocimiento ancestral, heredado, extra-académico, en nombre de un mentado “progreso” que apenas llega a ser grillete y cadena disfrazados de “comodidad”. En este sentido es necesario expresar que quienes vinculan el uso de alternativas ecológicas con “atraso” e “involución” manejan una concepción bastante confusa del bienestar y la vida digna en general. Desconocen que la experiencia, el abandonar las opciones desechables para volver a la tela, garantiza una transformación íntima en la mujer que no tiene marcha atrás. La naturaleza de esta transformación es sumamente difícil de explicar, quizá imposible. Hay que vivirlo: se trata de reconocimiento y aceptación. Se trata de autonomía y dignidad. Se trata de vencer el miedo, romper la dependencia, recuperar el vínculo sagrado con nuestro cuerpo, nuestra sangre y muy especialmente con nuestro útero -segundo corazón, adormecido y rígido por tantos años de cultura patriarcal-. El llamado es entonces a indagar, hurgar entre los testimonios de mujeres que se han atrevido al cambio. Son ellas las únicas que podrían ofrecer una voz transparente de cara a un asunto tan delicado como el que hoy nos ocupa.

Actualmente, la propuesta del uso de alternativas ecológicas para la menstruación pugna por hacerse escuchar en nuestro país. Es meritorio el trabajo de varias mujeres que se han dado a la tarea de distribuir la maravillosa copa menstrual, un dispositivo de colocación intravaginal elaborado con silicona médica cuya función es recolectar el flujo de sangre. Quienes usamos la copa y aprendimos con ella a conocer nuestro cuerpo y ciclo, no dudamos un instante en recomendar su uso y apoyar cualquier campaña que promueva su distribución masiva.
 
También han empezado a ejecutarse los talleres de elaboración de toallitas femeninas de tela, un espacio en el que se conversan temas vinculados a la menstruación y al uso de alternativas ecológicas y en el que cada participante tiene la posibilidad de confeccionar su propia compresa absorbente para usar durante los días de sangrado.

La distribución de toallitas femeninas de tela en nuestro país nunca ha sido a través de alguna iniciativa gubernamental. Ella hoy se da a través de las iniciativas de mujeres creadoras, autónomas y autogestionadas, cuyo trabajo se enmarca en el pequeño comercio artesanal de nuestra ciudad capital. Acudir a ellas es, en gran sentido, dar un paso al frente por la construcción de una nueva conciencia del hacernos. Ningún afán politiquero y/o misógino podrá impedir que las voces de las mujeres que somos, se haga escuchar en la Venezuela de hoy.